En México, los nombres tienen raíces profundas. Heredamos nombres de nuestros abuelos, de santos del calendario, de dioses prehispánicos o de estrellas de telenovela. Somos creativos para combinarlos, solemnes para defenderlos, y emocionales para transmitirlos. Pero cuando se trata de construir una marca personal, ese nombre deja de ser solo nuestro.
Empieza a ser parte de la experiencia de quien nos ve en redes, nos busca en Google, nos escucha en una presentación o nos recomienda con alguien más.
Y ahí viene la pregunta que muchas veces no queremos hacernos:
¿Mi nombre me ayuda a comunicar lo que quiero? ¿O está jugando en mi contra sin que me dé cuenta?
Cuando tu nombre no te ayuda (tanto como piensas)
A lo largo de nuestro trabajo en Abrije, hemos acompañado a muchas personas a crear su marca personal desde cero. Y casi siempre hay una etapa inicial en la que ese “cómo me llamo” se vuelve un tema. A veces sutil, a veces incómodo, pero siempre importante.
Algunos ejemplos reales:
Nombres largos o difíciles de pronunciar, que dificultan la recordación. Algo común con nombres de raíz náhuatl como Xóchitl o Cuauhtémoc. Bellos, históricos, pero complejos para el marketing si no se usan con estrategia.
Nombres muy comunes, que generan confusión. ¿Cuántos “José Pérez” o “Ana Martínez” aparecen en los resultados de búsqueda? ¿Cómo destacar con una firma tan genérica?
Nombres que no conectan con la actividad profesional. Si te llamas “Lic. Antonio Ramírez Herrera” pero eres ilustrador de cuentos infantiles, tal vez tu nombre proyecta más formalidad que cercanía.
Nombres que no reflejan autoridad. Por ejemplo, en contextos médicos o académicos, incluir un título como “Dra.” o “Mtro.” puede marcar la diferencia entre ser escuchado… o no.
¿Y entonces qué hacemos?
Diseñar tu nombre como parte de tu marca.
No se trata de inventarte un apodo ni de esconder tu identidad. Se trata de pensar estratégicamente cómo deseas que te recuerden, y qué emociones quieres provocar al leer tu firma.
A veces, el cambio es mínimo pero poderoso:
Elegir un solo apellido si tu nombre completo es muy largo.
Usar un alias o nombre profesional para fines comerciales.
Incorporar una palabra clave que indique tu especialidad ("Gus Corona, Comunicación & Branding").
Dejar fuera los elementos que no aportan, como nombres intermedios o siglas confusas.
Así como los artistas tienen nombres escénicos, los emprendedores, consultores, creativos y profesionistas también pueden tener nombres estratégicos.
No es una máscara. Es una decisión consciente sobre cómo quieres presentarte al mundo.
¿Y si me da pena cambiarlo?
No estás traicionando tu historia.
Estás reconociendo que una cosa es cómo te llamas, y otra es cómo te presentas en tu faceta profesional.
- Puedes seguir siendo “Citlalli” para tu familia y amigos, y “Citi Estrategias Digitales” en tu marca personal.
- Puedes ser “Cuauhtémoc” en el acta de nacimiento, y “Temo Design” en Instagram.
Lo importante es que te sientas cómodo, coherente y representado.
Que quien vea tu nombre entienda en segundos qué puedes aportar.
Y que tú mismo te reconozcas en esa versión profesional de ti.
Tu nombre, tu marca, tu elección
En la era del branding personal, tu nombre no es un accesorio.
Es una herramienta.
Diseñarlo con intención puede abrirte puertas, ayudarte a diferenciarte y conectar más fácilmente con tu audiencia.
Y si hoy sientes que no te representa, no te preocupes: se puede ajustar, acortar, transformar o complementar.
Lo importante es que sea auténtico, memorable y coherente con la esencia de lo que haces.
Porque sí: tu nombre también es tu marca.
Y merece ser diseñado con estrategia… y con corazón.
¿Quieres trabajar tu marca personal desde el nombre?
En Abrije podemos ayudarte a construir una narrativa que te represente y te proyecte con fuerza.